Hacer un monólogo, claves que te ayudarán

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Hacer reír es una de las cosas más complicadas que existen, aunque es cierto que hay personas que nacen con ese don. No nos referimos a reírnos de alguien, porque haga el ridículo, sino a reírnos con alguien, con sus ocurrencias, con su manera de contar las historias, con la forma de expresarse y de hacernos llegar anécdotas o chistes. Los cómicos profesionales gozan de gran popularidad en estos momentos en todo el mundo, porque es cierto que en estos tiempos que corren, lo que más necesitamos son risas y alegría. Tomarse la vida con humor es síntoma de inteligencia, y una manera de no caer en ese bucle de rutina, cansancio y negatividad que nos puede dañar bastante si se convierte en algo habitual. Por eso disfrutamos tanto con los cómicos y sus monólogos.

Hay muchos tipos de cómicos, desde los que hacen mímica a los que solo saben contra chistes, pasando por aquellos que son muy buenos escribiendo, pero no actuando ante el público. Sin embargo, los más populares hoy por hoy son los monologuistas, cómicos que salen a un escenario a contar una historia o hablar sobre un tema, utilizando el humor a través de comentarios inteligentes, divertidos, irónicos y elocuentes. Estar ante el público y hacer monólogos tan personales tampoco es nada fácil, por eso hay que prepararse muy bien para triunfar en este tipo de aventura. Nosotros vamos a darte algunas claves para empezar en el mundo de los monólogos con buen pie y ayudarte a crear el mejor show posible desde cero.

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Qué es un monólogo

Un monólogo es un show llevado a cabo por un cómico, en el cual se muestra su visión de un tema más o menos concreto, normalmente de la vida cotidiana, desde una perspectiva humorística y a través de comentarios agudos que tienen como finalidad hacer reír al público. Se llama monólogo porque se lleva a cabo de manera personal, por un solo cómico, “enfrentándose” al público en el escenario sin más parafernalia que su propio micrófono. Aunque hay cómicos que también hacen monólogos con música, por ejemplo, los más puros, los auténticos monólogos de la llamada stand-up comedy, son aquellos en los que un cómico se plante en el escenario delante del público y comienza a hablar sobre un tema, siempre hilando cada chiste o comentario en torno a ese tema general.

La escritura del texto

Evidentemente, un monólogo no se puede improvisar, porque debe ser un texto perfectamente sólido que podamos ensayar y preparar un montón de veces antes de presentarlo por primera vez ante el público. Lo habitual es que los propios monologuistas se encarguen de escribir sus monólogos, porque para eso son cómicos y se supone que saben de esto. Los textos deben ser largos, porque un monólogo habitualmente supera los diez minutos, y como decíamos arriba, deben tener un tema en general que de cohesión a todos nuestros comentarios agudos y elocuentes sobre la vida cotidiana. Ese tema no debe ser tampoco un ancla que nos impida hablar de otras cosas, pero sí que servirá para vertebrar el monólogo, o al menos, para comenzar y terminarlo, llevándonos de ahí a otros nuevos temas con los que dar más variedad a nuestra actuación.

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Creación de un personaje

El monologuista sale a enfrentarse al público por su propia cuenta y riesgo, y desde luego no es fácil estar en un escenario, sabiendo que todos te miran y te escuchan, y con la difícil tarea de hacerles reír. Por eso es bueno construir un personaje que pueda tener mucho de nosotros, pero que también sea un tanto diferente, y que nos sirva como “escudo” para poder decir cosas que seguramente no diríamos en nuestra vida real. El personaje de nuestro monologuista debe ser diferente a nosotros mismos, mucho más intenso, mucho más descarado, aunque también podemos optar por darle otra personalidad, algo más tímida, mas naif, más tierna… La creación de ese personaje debe ir en consonancia al estilo de nuestros textos, ya que marcará también nuestras actuaciones.

El ensayo constante

Cuando ya tengamos un texto sólido que además sepamos que va a funcionar y  un personaje creado para darle más énfasis a dicho texto, tenemos que ponernos a ensayar como locos para aprendernos por completo el monólogo y desarrollar sus puntos fuertes, mejorando de paso también los más débiles. El ensayo es la base de la maestría, y aquí también hace falta encontrar ese punto de aprendizaje donde podamos recitar todo el monólogo sin ayuda, algo que tendremos que hacer cuando estemos ante el público en el escenario, pero controlando además el ritmo, la intensidad, la dinámica de la propia actuación. Gracias a todo ello estaremos mucho mejor preparados cuando llegue la hora de la verdad y tengamos que enfrentarnos al público.

Cuando estés frente al público

El momento de la verdad llega cuando tienes que defender tu monólogo ante el público, porque de nada sirve tener un texto perfecto y haberlo ensayado  mil veces, si luego no hay conexión con la gente que ha ido a verte y que quiere reírse con tus comentarios. Al principio es lógico estar un poco obsesionado con la respuesta del público, que se rían de todos los chistes, que respondan correctamente a cada puya o a cada referencia… Sin embargo, hemos de estar seguros de nosotros mismos y de nuestro material, para que cuando esto no ocurra no nos vengamos abajo. Hacer un monólogo ante el público en directo no es nada fácil, pero iremos aprendiendo poco a poco la dinámica de la actuación, a medir la respuesta del público durante la misma y a entender cómo debemos articular nuestros monólogos para que sean mucho más divertidos y efectivos de cara a la propia audiencia.