S.E.X., el erotismo sobre las tablas de un teatro

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Si buscamos el verdadero objetivo de cualquier arte, seguramente antes o después nos toparemos con una única variable que debe cumplirse siempre: hacer sentir algo al público. El arte, de hecho, no tendría mucho sentido sin nadie que lo disfrutara. Llegar al público, sea mucho o poco, es lo que cualquier artista busca. Porque significa compartir una experiencia, una visión del mundo, de la propia vida. Pero entonces, ¿significa esto que el arte solo debe hacerse para los demás? Ni mucho menos. El artista no debe pensar en el público mientras crea su obra, sino en sí mismo. En aquello que quiere exponer, en aquello que, de hecho, le emociona. Solo de esa forma, el arte tendrá un verdadero significado, puro y sin dobleces. Lo complicado, pues, es lograr que esa visión también conecte con el público. Y hay artistas que son auténticos expertos en ello, y otros cuyo arte no parece tan comercial o popular.

Uno tampoco puede contentar a todo el mundo, y tratar de intentarlo es la forma más rápida para el fracaso. En el teatro, el arte que a nosotros nos tocas más de cerca, la popularidad se basa en conseguir llenas las salas el mayor número de veces posible. Si la gente viene a ver la obra, eso será un éxito. Y no hablamos ya de la calidad de la misma o de los actores, porque para eso están los premios, que tampoco deberían ser una escala de medición. A veces, el artista no busca generar algo positivo, o al menos placentero, en el público. Busca incordiar, mostrar algo que incomoda, algo que tal vez produzca incluso rechazo en un primer momento. Sin embargo, así es como el arte rompe barreras y se convierte en un verdadero mecanismo revolucionario. El arte debe emocionar, y no solo para bien, sino también para abrirnos los ojos frente a realidades que tal vez hemos obviado en el día a día. Tabúes que quedan expuestos a través de una obra inteligente, utilizando la ficción para sorprendernos y hacernos pensar. Así ocurre en S.E.X., la obra del colectivo paraguayo Ícaro.

Una obra de Fidel Rojas

La obra S.E.X. es un montaje realizado por el colectivo teatral Ícaro, que lleva años realizando una función increíble en Paraguay. Más allá del teatro puramente comercial, los que pertenecen a este colectivo ofrecen algo diferente, arriesgado, y buscan provocar incluso a los espectadores. Un teatro tremendamente necesario en estos tiempos que nos ha tocado vivir, y más en nuestra región, que necesita de la crítica y el impulso constante a través de la cultura. El guionista y director de la obra es Fidel Rojas, dramaturgo con cierta experiencia en montajes anteriores, aunque ninguno a este nivel. Rojas también forma parte del elenco, acompañado de actores y actrices como Gabriela Valdez, César Kyb, Haydée Arévalos, Giuseppe Balbiani o Rodrigo Olmedo.

Un viaje erótico

S.E.X. se presenta como una obra coral en donde podemos disfrutar de diferentes historias que tienen un tema en común: el despertar de la conciencia a través del sexo. Considerado todavía como un tabú por muchos, el sexo siempre ha tenido un poder casi místico y relacionado con nuestro propio ser, con nuestro autoconocimiento y el conocimiento de los demás. Un pecado, sí, pero también una forma de entender mejor el mundo… y disfrutarlo. Por eso la obra nos propone un verdadero viaje erótico a través de varias historias que nos muestran enfoques diferentes de la pasión y el morbo. Desde aquellos que solo encuentran placer en ciertas filias, hasta otros que todavía no tienen muy claro qué es lo que les pone de verdad.

Rojas convierte las fantasías eróticas en auténticos símbolos de lo que somos, y sobre todo, de lo que deseamos ser. Se agradece igualmente la gran diversidad de enfoques que se le da al sexo, no solo de la manera “tradicional”, concentrándose en la pareja hetero. Se muestran también diversas relaciones entre personas del mismo sexo, e incluso temas tan actuales como el poliamor o las relaciones abiertas también tienen cabida. Con todo, la obra no tiene pelos en la lengua a la hora de mostrar cómo son las relaciones de una forma natural y realista. Se trata de una comedia, por supuesto, y la exageración está presenta a veces, pero todo se siente auténtico gracias al buen guión del propio Rojas.

El erotismo y el arte

La idea de S.E.X. en el laboratorio creativo del colectivo Ícaro, en un intento por llevar el teatro a un nuevo nivel. No se trata solo de crear una obra al uso, sino de ofrecer un espectáculo completo donde la música, el teatro, la danza e incluso los audiovisuales se combinan para crear algo único. En este caso, se busca generar una experiencia casi sexual, donde todo se envuelve en torno al erotismo. De hecho, los actores aparecen prácticamente desnudos en muchas escenas, o directamente sin ropa. Es también una manera de utilizar su cuerpo como propia forma de expresión, para algo tan  natural pero a la vez tan desnaturalizado como es el sexo. El teatro y el erotismo no suelen ir de la mano en muchas ocasiones, pero cuando lo hacen, más allá de la provocación, el éxito suele estar asegurado.

Una obra como esta, cuyo tema central es el sexo, está claro que no podía estrenarse de cualquier manera. Ha tardado un poco en llegar a las tablas, pero lo hizo en noviembre de 2021, después de casi dos años de larga pandemia. El sexo también se ha convertido en un tema de auténtico debate después del Coronavirus. La forma en la que hoy en tendemos el placer, en  la que intimamos, incluso en la que nos conocemos y nos cruzamos mensajes. Todo ha cambiado en los últimos años, y seguramente, nunca hubo tanta liberación sexual. Solo que hay quien piensa que esa liberación está a un paso de convertirse en libertinaje, algo totalmente distinto. ¿Dónde está el límite que define lo uno y lo otro? ¿Quién lo pone ahí? En S.E.X. se hace un recorrido por estas preguntas, para que el espectador tome sus propias respuestas.

Cada vez más obras con desnudos

S.E.X. viene a representar una muestra perfecta de cómo el teatro está perdiendo la vergüenza de utilizar el desnudo, o el propio sexo, como un reclamo. Y no se es menos serio por ello, puesto que estamos cansados de ver obras clásicas donde el desnudo es más que habitual. Verlos en cine o en televisión ya es lo más normal del mundo, pero en las tablas, con público en directo, la sensación sigue siendo sorprendente. El teatro, por suerte, también está perdiendo ese tipo de tabúes, con lo que este tipo de obras ya pueden centrarse en lo que verdaderamente quieren transmitir. No es provocación, es una manera más de llamar la atención sobre un tema que, además, lleva siglos convertido en un estúpido tabú sin sentidos.